Mi hija recién adulta estuvo a punto de casarse con un viejo, me escandalicé hasta que descubrí la verdad – Historia del día

Mi hija de 18 años se enamoró de un hombre de 70 y se iba a casar con él en contra de mis deseos. Afirmaba que estaba locamente enamorada de este tipo. Me quedé impactada cuando descubrí una verdad escalofriante sobre él.
El sol del atardecer bañaba el salón mientras yo rebuscaba entre el correo mundano, y el timbre de la puerta anunciaba la pronta llegada de Serena de su trabajo. Entró como un rayo, su vibrante presencia llenó el espacio de energía y aroma a vainilla. Esperaba con impaciencia ese momento del mes en que me visitaba.
“¡Hola, papá! No te vas a creer lo que voy a contarte…”. Serena hizo una pausa, percibiendo mi malestar. “¿Va todo bien?”.
“Sí, sí”, dije. “Todo va genial. Pasa, cariño”.
“Entonces”, empecé, “que me ibas a contar”.

“Sí, papá. En realidad… conocí a alguien, y es muy simpático y cariñoso. Edison. Me quiere de verdad. Queremos casarnos. Pero él es…”.
“¿Él es qué?”.
“Tiene sesenta años”.
La palabra “sesenta” me golpeó con fuerza. ¿Mi hija, de dieciocho años, con un hombre de sesenta, casi el triple de su edad? La preocupación y la incredulidad nublaron mi juicio. “¿Sesenta, Serena? Eso es… ¿no ves la cuestión aquí?”.
“La edad no define el amor, papá. Edison me comprende, cree en mí”.
“¿Pero qué hay del futuro, Serena? Es mucho mayor”.
“El amor no va de números, papá. Se trata de sentirse vista, querida, cuidada, y Edison me hace sentir así”, la voz de Serena temblaba de convicción. “Por favor, ¿puedes verlo al menos una vez? Créeme, te encantará”.

Me quedé estupefacto. ¿Acaso Serena no se daba cuenta de lo que decía? Sin embargo, no podía negarme. Después de todo, ¿qué daño podía hacer un encuentro? Acepté conocer a ese tal Edison.
La noche siguiente, en casa de Edison, necesitaba un respiro y salí al balcón. Fue entonces cuando un fragmento de conversación me llamó la atención. “Annie, vamos”, apareció la voz de Edison, suave y practicada. “Soy tu hermano. Me conoces bien. Es sólo un poco de diversión inofensiva. Una oportunidad de ganar algo extra”.
“Esto es una imprudencia, Edison”, le reprendió una voz de mujer, probablemente la de Annie. “Estás jugando con el afecto de esa chica por una ‘diversión inofensiva'”.
Un frío pavor se retorció en mi interior. “¿De qué estás hablando?”, gruñó Edison.
“La apuesta, Edison”, siseó Annie. “¿Crees que casarte con una chica ingenua es dinero fácil para saldar tus deudas?”.
Se me hundió el corazón. Edison estaba utilizando a mi hija sólo por una apuesta. Estaba furioso.